El viejo dictador y el nuevo dictador. (Foto: Reuters) |
Como buen discípulo, Kim Yong Il, meses antes de morir, eligió a dedo a su hijo de 26 años Kim Jong Un (a quien ya había nombrado general de 4 estrellas, a pesar de no tener experiencia militar alguna) para que dirija la empobrecida nación.
Como en cualquier monarquía, el poder en Corea del Norte es un asunto de dinastia familiar. Y es que en cuestiones de democracia, los regímenes totalitarios no se diferencian mucho de las monarquías.
Entonces, en vez de "Murió el Rey, Viva el Rey", nos queda decir: "Murió el Dictador, Viva el Dictador".
Pobre pueblo norcoreano, arrastrado a la escasez y la hambruna, la adoración de líderes mediocres y el lavado de cerebro permanente.
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