Iré publicando los capitulos a medidas que el blog de Pablo Alfonso, El Timbeke, los publique. A ver ahora como van a defender la obra del dictador tropical los muchos apologistas incautos que tiene por el mundo.
Una introducción inevitable
Ahora que Fidel Castro ha resucitado de entre los muertos parece oportuno que estas notas cobren vida.
Las engaveté cuando Fidel se puso a morir tras sufrir un sangramiento intestinal en julio de 2006. Pensé que no era bueno andar removiendo la memoria de los muertos y preferí perder los largos meses invertidos en busca de sus viejos delirios y fantasías. Cambié de idea porque los acontecimientos han transitado por otros caminos.
Fidel está de nuevo entre nosotros.
“Quiero decirte que estás ante una especie de resucitado…Llegué a estar muerto, pero resucité”, le dijo ufano a Carmen Lira Saade, directora del diario mexicano La Jornada.[1]
Así es que la historia conocida de la humanidad tiene ahora tres resucitados. Lázaro de Betania, resucitado al conjuro de Jesús; el propio Cristo, quien resucitó para redimir al género humano de sus pecados como afirman los evangelios; y ahora Fidel que, según dijo, retornó a la vida porque no quiere “estar ausente en estos días”. Así de simple.
Claro que, como padre generoso y patriarca abnegado que siempre ha sido, Fidel ha regresado para advertirnos de los peligros de una inminente guerra nuclear, a la que ya le asignó fecha en dos ocasiones, por fortuna fallidas. Impertinente y tozudo como siempre, insiste en el invierno nuclear y afirma que “le ha correspondido a Cuba la dura tarea de advertir a la humanidad del peligro real que está confrontando”.[2]
Muchos piensan que Fidel delira y otros aseguran que está senil. Sobre todo después de que le dijera al periodista norteamericano Jeffrey Goldberg, de la revista The Atlantic, que “el modelo cubano ya no funciona ni para nosotros mismos”[3]y a los pocos días se desdijo.
Fidel es hoy el mismo de siempre. No está senil, sólo más viejo. Su voz es menos vibrante que en sus años jóvenes y su lenguaje corporal menos enérgico, pero sus fantasías y delirios tienen la misma intensidad de todos sus tiempos.
El Fidel que hoy advierte con insistencia el fin de todos los tiempos es el mismo que hace pocos años calculaba cuántos vatios de energía se consumen para hervir agua o colar café y ordenaba recoger todos los bombillos incandescentes del país, suprimía el uso del gas licuado y disponía la venta de ollas arroceras eléctricas a todos los hogares cubanos como parte de su revolución energética.
Claro que ya no pretende transformar a toda Cuba en una comuna comunista, donde sus gentes vivirían felices, garantizado el pan, la salud, la educación y la vivienda, trabajando para Papá Estado y Mamá Revolución, sin otro interés que el de contribuir al bienestar del colectivo. Ahora no reta a las leyes de la naturaleza, no conspira con la biología, no sueña con industrializar la agricultura, ni atenta contra la ecología.
Hay que decir que los aplausos con que fueron recibidas cada una de sus utopías alimentaron sus delirios. Cada una de las ovaciones otorgadas a sus proyectos irreales comparten con Fidel la responsabilidad por el triste saldo que nos deja su legado.
Después de una larga espera de catorce años, el general presidente, Raúl Castro, anunciaba la celebración del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, un evento del que muchos esperaban importantes cambios políticos.
Como este libro no es un ensayo sobre el castrismo, ni dicta pautas para reconstruir la democracia en Cuba, decidí esperar un poco más para incorporar a los delirios de Fidel las fantasías de los cambios pregonados por Raúl.
A fin de cuentas se trata de una narración periodística basada en hechos, no en hipótesis o especulaciones. Como autor sólo introduzco las verdades que han dado vida a los dos personajes principales de la obra: Fidel y Raúl, su mejor compañero de reparto.
Quizás en su línea de narración se esconde una idea que le escuché al dramaturgo y cineasta español, Fernando Arrabal, a mediados de los 80 durante un almuerzo con unos amigos españoles en Miami a propósito del tema cubano.
“El día que los cubanos lean el Granmauna mañana y lancen una gran carcajada nacional, ese día se derrumbará el castrismo”, comentó Arrabal, palabras más o menos.
Con toda seguridad Arrabal no recordará la frase, pero siempre he guardado la verdad de aquella ironía, quizá como el mejor antídoto para nuestro dilema nacional.
Este libro intenta dejar constancia de aquellas memorias discursivas de Fidel y de estas vivencias fantasiosas de Raúl para acercarnos a nuestro drama como si fuera un sainete.
Pablo Alfonso
Miami, verano de 2011
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[1] Entrevista con Carmen Lira Saade. La Jornada, 30 de agosto de 2010. Pág. 2
[2] Fidel Castro. Discurso en la Universidad de La Habana. Granma, 4 de septiembre de 2010. Pág. 1
[3]Fidel: Cuban Model Doesn't Even Work For Us Anymore. The Atlantic, 8 de septiembre de 2010.
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